Contadicciones entre el adentro y el afuera
Las requisas en editoriales, librerías y domicilios arrojaron pistas sobre autores y títulos que podían ponerlo a uno en un problema con los militares o la Policía.No hubo listas de libros prohibidos. La incertidumbre y la arbitrariedad hicieron efectiva la censura mediante la autocensura.
Hubo distintos momentos, siempre plagados de contradicciones. Los presos políticos pudieron leer textos que el resto de los uruguayos debía quemar, esconder o enterrar y que dentro de la Biblioteca Nacional estuvieron a salvo e incluso eran accesibles. Su director durante la intervención, Arturo Sergio Visca, y el ex preso Hiber Conteris -ambos escritores- encarnan quizá los absurdos más notorios. Uno premiado y censurado por el régimen; el otro encarcelado por obras cuya venta se impidió y con las que se reencontró en la mismísima biblioteca del Penal de Libertad, nada más llegar. Tras las rejas, además, los libros que llevaban el sello de “censurado” eran los permitidos.
Escalinata de la Biblioteca Nacional.Ubicada en la calle 18 de Julio de la Ciudad de Montevideo
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